Nosotr@s som@s la “Marca España”

 

Configurar la proyección internacional que tiene este país no consiste solo en comunicar  y transmitir el éxito por el que pasan afortunadamente las exportaciones de las grandes empresas españolas constructoras, comunicaciones, renovables y textiles. Todos tenemos identificadas a dichas compañías y desde luego contribuyen a dar consistencia a la Marca España y sus éxitos serán un aliado fundamental para que se nos mire de otra forma.

 Sin embargo, es cierto que en el trasfondo de la percepción que se tiene en el mundo de nuestro país, subyacen unos factores que contribuyen a erosionar la confianza en nuestro mercado y capital humano. Estos factores que a continuación, os enumeraré, se resumen en uno: la falta de unidad y de proyecto común entre los distintos territorios que conforman este país que se llama España. Todos sabemos que tenemos un capital intelectual, científico y empresarial que ha generado muchos éxitos y frutos en los últimos quince años. Sin embargo, después de la época dorada de la primera década del siglo XXI, estamos ante un estancamiento de dicho éxito de nuestro capital humano, científico y empresarial, salvo las citadas excepciones del principio. A día de hoy me gustaría plantearos una reflexión sobre los factores de conducta que en mi humilde opinión afectan nuestra reputación internacional:

  1.  Falta de unidad política de los partidos políticos para desarrollar pactos en materias importantes: educación, normativa laboral, modelo de estado y financiero.
  2. El carácter efímero que tienen muchas normativas. En muchas ocasiones las leyes adquieren un carácter  coyuntural a gusto del partido de turno.
  3. Nuestro escaso conocimiento de idiomas. Aprender inglés no es importante solo para encontrar trabajo. Hablar inglés te abre las puertas a un inmenso volumen de información en la red y aporta la capacidad de comunicarse con una gran cantidad de personas a nivel profesional, personal y científico.
  4.  Ausencia de una política común educativa que fomente el emprendimiento y la investigación desde los primeros años de enseñanza educativa. Estudiar una carrera que no sea Derecho, Administración y dirección de empresas, o ingenierías, implica estar condenado a una carrera profesional precaria por norma general o fuera de España.
  5. Titulitis – Lo vamos superando, pero todavía falta una gran apuesta por la formación profesional como un proyecto garantista y continuado. En países como Holanda, la elección de la formación profesional es tan atractiva como la universitaria. Por otra parte, nuestras universidades no tienen un reconocimiento internacional que justifique mantener casi ochenta universidades en las que se encuentran algunas muy mediocres. No somos la generación mejor formada, tal vez si, la más titulada.
  6. Nuestra mala productividad y pervivencia de horarios tercermundistas. En este punto no hay mucho que añadir.
  7. Nuestra envidia. Somos enemigos del talento y la innovación empresarial. No lo neguemos: es así. Intentar innovar en este país es un acto quijotesco y gallardo. Cuando alguien triunfa o hace una buena acción siempre hay malas lenguas para desacreditar dicha buena acción o quitar crédito a ese éxito.

 Siempre que se aborda una crítica tan directa a nuestro sistema de vida y trabajo, uno asume los palos que a menudo con sesgo político, caen a mansalva sobre el que crítica lo que somos. No obstante asumo el riesgo de reivindicar lo que podemos hacer con nuestro talento, que es enorme, por cierto. Ser un país de libertades, moderno, vanguardista y con un bienestar económico sostenible.

 Hasta que no asumamos que cada uno de nosotros somos la maltrecha Marca España, no saldremos de ésta con garantías. Tenemos que atraer inversiones que no sólo consistan en casinos y puticlubs como ocurrirá en Madrid. Sólo dependemos de nosotros mismos, ya que claro está, la clase política seguirá estando muy por detrás de nosotros. Pero tengo la impresión de que algo esta cambiando…Aprovechémoslo.